Prolífico narrador de aventuras, buque insignia de Editorial Columba durante décadas en el país, la figura de Robin Wood ha alcanzado dimensiones paradigmáticas en la historieta local. Aquí una visión sobre su obra, que remarca aquellos aspectos críticos en sus guiones, ciertas temáticas tergiversadas y “occidentalmente correctas”
Del Lado de los Poderosos
Es noche cerrada. En medio de la oscuridad se distingue un tren, detenido en medio de la nada, como una sombra extraña en la nieve infinita. Dos guardias murmuran por lo bajo, apoyados en sus fusiles, acurrucados alrededor de una pequeña fogata. Estos cuchichean en la oscuridad, mientras alrededor, el resto del convoy dormita...un soldado gime en sueños…otro tose dificultosamente…
-¿Sientes el aire? Pronto llegara el frió… ¿que ocurrirá entonces? ya es malo luchar con el calor, pero cuando caiga la nieve será el infierno…-dice el primero, con mirada apesadumbrada.
-A nosotros no nos concierne discutir eso, camarada. Nosotros simplemente obedecemos. Y ya sabes lo que ocurre con el que duda- afirma el segundo, amenazante, con la mirada clavada en los ojos de su compañero.
El primero levanta la cabeza, temeroso- Yo nunca he dudado, camarada, lo juro por di…lo juro- responde por lo bajo, mirando hacia ambos lados, tratando de descubrir la sombra de algún superior en medio de la noche… Se escucha sollozar a alguien…Otro gruñido se pierde en la noche.
Kosakovitch y Connors
Allá por principios de los años 90, Robin Wood escribió una serie, con dibujos de García Duran, que duró aproximadamente 40 capítulos. Las aventuras de dos simpáticos mercenarios (si eso es posible) llamados KOSAKOVITCH y CONNORS, aparecieron en la revista Dartagñan, de editorial Columba, manteniendo una larga tradición de héroes solitarios (tema recurrente en Robin Wood, los mercenarios, que en los 70 realizo una serie del mismo nombre)
Las andanzas de estos dos personajes, uno, un polaco de sangre azul medio romántico, el otro, un ingles expulsado de la fuerza aérea británica por pendenciero y borrachín, transcurren en medio de las guerras de principios del siglo XX. Desde Palestina, pasando por varios conflictos y guerras civiles en Medio Oriente (observando el presente poco ha cambiado), incluso forman parte de las huestes de Lawrence de Arabia en su lucha contra los turcos. Los avatares de la vida y la sed de aventuras llevan a estos soldados de fortuna hasta la Rusia soviética, inmersa ya en una cruenta guerra civil, acosada por los restos del zarismo y las potencias occidentales que lo apoyaban.
Los dos protagonistas son contratados por los seguidores de la familia Romanov para liberarlos de las garras bolcheviques, debido a una deuda que Kosacovitch, el polaco, tiene con el depuesto Zar. A medida que se involucran en el conflicto, pasaran rápidamente del compromiso ético (la deuda con el ex- Zar) a tomar partido por el, enfrentando a la Revolución.
El dialogo del primer párrafo pertenece a uno de estos capítulos y es una pequeña muestra del maniqueísmo mas simple que sobrevuela esta etapa de la serie, poco sorprendente viniendo de una editorial que no permitía ni siquiera una teta al aire.
Comisarios políticos sanguinarios practicando la violencia gratuita contra los campesinos (hay que reconocer que los blancos, salvo los aristócratas, también hacen lo mismo en estos capítulos), un Trostky gritón e histérico, amenazando de muerte a medio mundo y un Lenin hablador, y todo esto contrapuesto a un Zar pausado y sabio, cual inocente abuelito, son una muestra acabada de la tergiversación histórica que esconde esta serie, que en otras circunstancias seria tomada en solfa, pero que leyéndola hoy, no causa ninguna gracia.
El intento de liberar al ex-Zar Romanov alcanza varios capítulos, donde el lector es testigo del fusilamiento de un buen hombre (que además carga entre sus brazos con un hijo enfermo) y su familia, como si ellos no fueran responsables de la situación de miseria y hambre de la población rusa durante el apogeo del zarismo. Tal vez el afán de mantener un publico fiel (policías y milicos eran fervientes lectores de Columba) llevó a Robin Wood a cometer estas arbitrariedades literarias….o tal vez no.
El abuelo Fedor
En el capitulo quince, LAS ENSEÑANZAS DEL ABUELO FEDOR, los protagonistas, acompañados por una princesa caída en desgracia (obviamente expropiada por los bolches), llegan a una pequeña aldea miserable habitada por campesinos, testigos indiferentes de la guerra civil. La sabiduría del líder, un octogenario de bigotes color ceniza, no tiene límite…
-¿Nosotros? Nosotros somos campesinos. Nos ocupamos de las cosechas y nada más…pero ellos vendrán y se llevaran nuestros granos, nuestro ganado y nuestros jóvenes, todo en nombre de la Madre Rusia-
-Pero la única Rusia que yo conozco es la que siembro y cosecho. Tal vez soy un hombre limitado, pero no puedo pensar en más…-
Durante la estadía de los mercenarios, el pueblo recibirá la visita del ejercito Zarista, con su secuela de violencia y abusos, y ambos, irónicamente, deberán enfrentarse con su propio bando.
Hacia el final, la aldea será el escenario del enfrentamiento entre blancos y rojos, y los habitantes decidirán quedarse en el molde, como si en ese conflicto, no se estuviera decidiendo, en parte, su destino.
Entonces es cuando el abuelo Fedor le pone el broche final a sus sabias reflexiones…
-¿Lo veis? Esto es cosa de ellos. Luchan por sus banderas. Que lo hagan…Nosotros ocupémonos de lo nuestro. Eso es realidad. El resto no nos interesa.
¿Acaso olvida Robin Wood que la Revolución la hicieron los campesinos y obreros rusos, y que el liderazgo de los bolcheviques era la más genuina expresión de los deseos de ese pueblo, harto de los abusos de los Romanov y su familia, y de la casta gobernante que tanto admira? ¿Ignora qué el ejercito blanco era el responsable principal de las masacres en toda Rusia?
¿Acaso olvida que la realidad de los campesinos y obreros cambio radicalmente, dejando atrás un tiempo indeterminado de miseria y hambre, con la caída del Zar y sus secuaces?
El discurso del abuelito Fedor es inquietante…
Los habitantes del pueblo, inocentes, en el medio de una guerra ajena, y dos ejércitos, igualados, disputándose quien sabe que intereses oscuros: Dos demonios que nada tienen que ver con nosotros…dos demonios…
Una lectura fascinante…
Si rastreamos el hilo conductor de la mayor parte de la obra de Robin, encontraremos una particularidad en gran parte de ellos: desde la reivindicación del colonialismo y la falsa virilidad (Aquí la Legión), la admiración por las castas y los reyes (Dago), la fascinación por el zarismo (El Cosaco) y la defensa de la ley y el orden (Savarese), podemos llegar a una conclusión bastante clara: sus personajes, tarde o temprano, están del lado del Poder
Su visión es la de los conquistadores, la occidental y cristiana….siempre los otros son salvajes, sus guiones podrían haber alimentado el cine de los grandes estudios en la edad de oro de hollywood (“Gunga Din”, “Beau Geste”, “La Carga De La Brigada Ligera”)
No cuesta imaginar como seria un guión de Robin sobre la guerra de Irak…seguro que los terroristas estarían de aquel lado, y de este, los paladines de la libertad.
Durante mi infancia, fui lector voraz de la obra de Robin Wood, y conozco al dedillo las series más importantes de su carrera, y, a medida que fui creciendo, fui tomando conciencia de la visión que el mismo tiene del mundo.
A la vez que gran narrador de aventuras, a esta altura uno no puede obviar las ideas que se filtran en muchos, no todos, sus guiones.
Contrapuestos
Inevitablemente, cuando pienso en todo esto, me viene a la memoria la otra gran figura de la historieta argentina, Héctor German Oesterheld, que tanta influencia a tenido en varias generaciones de lectores… Su humanidad, su búsqueda de la razón y la justicia, son el fiel de la balanza, es mas, la inclinan a su favor.
Al patrioterismo del primero, el internacionalismo del segundo.
A la violencia sin razón, la razón de la violencia.
Al abuso de los poderosos, el compromiso con las clases populares.
Para terminar, una anécdota interesante…
Hace ya varios años, en un festival de Comics realizado en Buenos aires, gracias a un guionista y un dibujante reconocido, tuve la posibilidad de conocer a Robin Wood.
No puedo negar que fue un momento emocionante…
Durante el evento, compartí una mesa en la que Robin, acompañado por un grupo de admiradores poco dispuestos a llevarle la contra, disertaba justamente sobre estos tema.
El mismo comentó, jocoso e irónico, que en los convulsionados años 70, donde las ideologías recorrían todo el arco cultural pasando por todas las disciplinas, durante una charla con estudiantes, los mismos lo etiquetaron como enemigo de la clase trabajadora…
Durante un buen rato, se despacho descalificando a esos jóvenes, con el argumento de que el conocía lo que es trabajar en una fabrica, y que sus críticos eran simples revolucionarios de café…
Por educación, o tal vez para no arruinar la velada, o porque estaba ante uno de los narradores que me formó en la infancia, me abstuve de dar mi opinión, aunque tenia muy claros mis argumentos en su contra.
Hoy, a la distancia, es evidente que aquellos estudiantes tenían toda la razón.
Ezequiel Rosingana
(Originalmente publicada en SUDESTADA número 52)