Y porque hacemos esto?
Puede ser una buena pregunta, o quizas no, pero queriamos responderla. Por eso le pedimos a Diego Villaroel, compañero de “La Walsh”, agrupación de la carrera de Letras de la Facultad de Filosofia y Letras con la que venimos conformando el “Frente Amplio Estudiantil”, que se escriba algo, ya que con el planificamos la Tolkien el año pasado y este tambien. Y aca esta:
Por qué abrir el ámbito de la Facultad de Filosofía y Letras a una actividad como la reunión anual de la Asociación Tolkien Argentina, desde un frente de izquierda, es la pregunta que intento responder aquí.
Y este intento de respuesta tiene que ver con ciertas críticas trasnochadas que estoy, lo confieso, un tanto harto de escuchar, como por ejemplo:
1) ¿Cómo puede ser que te guste Tolkien que era un facho? Fijáte que los buenos son hermosos y luminosos y los malos son feos y oscuros.
2) ¿Cómo puede ser que leas fantasía heroica, que es un género absolutamente pequeño burgués? Tanto que termina con el retorno de un rey. ¿Qué te pasa, te volviste monárquico, de repente?
Bien, vayamos por partes. En el Señor de los anillos, que se inscribe dentro de lo que se conoce como género fantástico (ya sea fantasía épica o heroica), a primera vista es cierto que los buenos son lindos y los malos son feos. Pero sólo a primera vista. Veamos:
El enemigo principal, el más poderoso, el Señor Oscuro, es un Maiar (un dios menor), cuya principal virtud es la de planificar a largo plazo y mentir hablando parecido a la verdad. Tanto, que hasta consigue que otro Maiar, el istari –o mago- Saruman (y jefe de su orden), se pase a su bando. Saruman es llamado, Saruman el blanco, aunque después el admitirá ser “multicolor”. Notemos que una de las principales armas de este sabio es, de paso, el poder de convicción de su voz.
Pero, además de orcos y trolls, las fuerzas de Sauron cuentan con el apoyo de nutridos contingentes de hombres, y si algunos de ellos son “de piel negra”, el de muchos otros es blanca. Lo que comparten, en todo caso, es el haber padecido más tiempo la cercanía de la Torre Negra.
Entre quienes se le oponen se encuentran los elfos (ellos sí hermosos y luminosos, pero también orgullosos y hasta a veces crueles), los humanos, los enanos, y los hobbits. Y por ello estas razas están representadas en la Compañía de los nueve cuya misión es destruir el anillo. Y aquí hay que resaltar ciertos aspectos: la relación entre elfos y enanos no es precisamente amistosa; los hobbits jamás se preocuparon de los problemas del resto del mundo; entre los dos humanos presentes en la compañía existe una cierta rivalidad: mientras que Boromir, hijo del senescal de Gondor es proclive a usar el anillo para derrotar al Señor Oscuro, Trancos está a favor de destruirlo. Más aún, Trancos no es otro que el legítimo heredero del reino de Gondor, y por ende la relación entre ambos no es todo lo amistosa que debería ser (por los celos que esto provoca en Boromir).
Aragorn, rey en un exilio autoimpuesto, merece un párrafo más: se ha desempeñad0o como montaraz durante toda su vida (unos 70 u 80 años) combatiendo a los esbirros de Sauron, y protegiendo de ese modo las vidas de la gente de paz.
Por último, no se puede dejar de mencionar a Gandalf, líder de la compañía, Istari y por tanto Maiar, del que en el Silmarillion se dice que su nombre era Olorin, era el Maiar de la sabiduría y aprendió la piedad al lado de Nienna (es decir, la compañera del dios que se encarga del alma de los muertos –Mandos-, y diosa de la compasión). Gandalf el gris aparece como un anciano a veces venerable y siempre terrible. Podrá ser majestuoso en ocasiones, pero difícilmente pueda atribuírsele el mote de “bello”.
Como se ve, con poco que escarbemos, la dicotomía bueno y bello, versus horrible y maligno, se caen. Y, en tanto que las dos principales fuerzas –además del propio mérito, claro-, que determinan que Frodo consiga el objetivo de destruir al Único son la sabiduría de Gandalf y el amor (en forma de lealtad a toda prueba) de Sam, difícilmente se pueda sostener el argumento de fascismo en la obra.
Y en cuanto a la estatura que Aragorn alcanza, en tanto Rey, bien se puede argumentar que tiene un valor simbólico. Es decir: El Señor de los Anillos está ambientado en una época tipo Edad Media, en la que el Rey es el encargado de mantener el orden. Y mantener el orden se traduce en paz, en poder circular por los caminos sin riesgo de perder la vida, en garantía de justicia, etc. Eso es Aragorn, para eso se prepara toda su vida. Y por eso es uno de los pocos de la compañía de los nueve que puede disfrutar del resultado de la gesta. Porque Boromir muere, y Gandalf, Legolas y Frodo deben abandonar el mundo por el que pelearon. Sam pierde con la partida de Frodo a su mejor amigo, pero encuentra el solaz de su familia. Y en lo que atañe a Merry y Pippin, ellos también han sido cambiados por las experiencias vividas, lo que tiene, en sus casos, un obvio correlato físico.
Entonces, la mayoría de los héroes no disfruta de las mieles del éxito. Y cuando eso ocurre, ese placer viene acompañado de una gran responsabilidad ¿dónde queda el sustento de la posición que sindica a “El Señor de los Anillos” como obra pequeño burguesa?
Pero además de todo esto, hay muchos que consideran (o consideramos) al Señor de los Anillos como una obra monumental. Y desde que un solo contraejemplo basta para derrocar un paradigma, la clasificación de género menor con que se etiqueta al género fantástico queda descartada. Esta es otra razón para que Tolkien tenga lugar en la academia. Y por eso también, es bueno que un movimiento de izquierda esté ayudando en la organización de un evento de estas características.
Finalmente, sí, somos amantes de la lectura de Tolkien. ¿Eso nos vuelve freaks? Seremos freaks, entonces. Y a mucha honra.
Diego Villaroel – Consejero Estudiantil de la Carrera de Letras
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