Kosakovitch y Connors Allá por principios de los años 90, Robin Wood escribió una serie, con dibujos de García Duran, que duró aproximadamente 40 capítulos. Las aventuras de dos simpáticos mercenarios (si eso es posible) llamados KOSAKOVITCH y CONNORS, aparecieron en la revista Dartagñan, de editorial Columba, manteniendo una larga tradición de héroes solitarios (tema recurrente en Robin Wood, los mercenarios, que en los 70 realizo una serie del mismo nombre) Las andanzas de estos dos personajes, uno, un polaco de sangre azul medio romántico, el otro, un ingles expulsado de la fuerza aérea británica por pendenciero y borrachín, transcurren en medio de las guerras de principios del siglo XX. Desde Palestina, pasando por varios conflictos y guerras civiles en Medio Oriente (observando el presente poco ha cambiado), incluso forman parte de las huestes de Lawrence de Arabia en su lucha contra los turcos. Los avatares de la vida y la sed de aventuras llevan a estos soldados de fortuna hasta la Rusia soviética, inmersa ya en una cruenta guerra civil, acosada por los restos del zarismo y las potencias occidentales que lo apoyaban. Los dos protagonistas son contratados por los seguidores de la familia Romanov para liberarlos de las garras bolcheviques, debido a una deuda que Kosacovitch, el polaco, tiene con el depuesto Zar. A medida que se involucran en el conflicto, pasaran rápidamente del compromiso ético (la deuda con el ex- Zar) a tomar partido por el, enfrentando a la Revolución.
El abuelo Fedor
En el capitulo quince, LAS ENSEÑANZAS DEL ABUELO FEDOR, los protagonistas, acompañados por una princesa caída en desgracia (obviamente expropiada por los bolches), llegan a una pequeña aldea miserable habitada por campesinos, testigos indiferentes de la guerra civil. La sabiduría del líder, un octogenario de bigotes color ceniza, no tiene límite…
-¿Nosotros? Nosotros somos campesinos. Nos ocupamos de las cosechas y nada más…pero ellos vendrán y se llevaran nuestros granos, nuestro ganado y nuestros jóvenes, todo en nombre de la Madre Rusia-
-Pero la única Rusia que yo conozco es la que siembro y cosecho. Tal vez soy un hombre limitado, pero no puedo pensar en más…-
Durante la estadía de los mercenarios, el pueblo recibirá la visita del ejercito Zarista, con su secuela de violencia y abusos, y ambos, irónicamente, deberán enfrentarse con su propio bando.
Hacia el final, la aldea será el escenario del enfrentamiento entre blancos y rojos, y los habitantes decidirán quedarse en el molde, como si en ese conflicto, no se estuviera decidiendo, en parte, su destino.
Entonces es cuando el abuelo Fedor le pone el broche final a sus sabias reflexiones…
-¿Lo veis? Esto es cosa de ellos. Luchan por sus banderas. Que lo hagan…Nosotros ocupémonos de lo nuestro. Eso es realidad. El resto no nos interesa.
¿Acaso olvida Robin Wood que la Revolución la hicieron los campesinos y obreros rusos, y que el liderazgo de los bolcheviques era la más genuina expresión de los deseos de ese pueblo, harto de los abusos de los Romanov y su familia, y de la casta gobernante que tanto admira? ¿Ignora qué el ejercito blanco era el responsable principal de las masacres en toda Rusia?
¿Acaso olvida que la realidad de los campesinos y obreros cambio radicalmente, dejando atrás un tiempo indeterminado de miseria y hambre, con la caída del Zar y sus secuaces?
El discurso del abuelito Fedor es inquietante…
Los habitantes del pueblo, inocentes, en el medio de una guerra ajena, y dos ejércitos, igualados, disputándose quien sabe que intereses oscuros: Dos demonios que nada tienen que ver con nosotros…dos demonios…
Una lectura fascinante…

Para terminar, una anécdota interesante…
Hace ya varios años, en un festival de Comics realizado en Buenos aires, gracias a un guionista y un dibujante reconocido, tuve la posibilidad de conocer a Robin Wood. No puedo negar que fue un momento emocionante… Durante el evento, compartí una mesa en la que Robin, acompañado por un grupo de admiradores poco dispuestos a llevarle la contra, disertaba justamente sobre estos tema. El mismo comentó, jocoso e irónico, que en los convulsionados años 70, donde las ideologías recorrían todo el arco cultural pasando por todas las disciplinas, durante una charla con estudiantes, los mismos lo etiquetaron como enemigo de la clase trabajadora… Durante un buen rato, se despacho descalificando a esos jóvenes, con el argumento de que el conocía lo que es trabajar en una fabrica, y que sus críticos eran simples revolucionarios de café… Por educación, o tal vez para no arruinar la velada, o porque estaba ante uno de los narradores que me formó en la infancia, me abstuve de dar mi opinión, aunque tenia muy claros mis argumentos en su contra. Hoy, a la distancia, es evidente que aquellos estudiantes tenían toda la razón.
3 comentarios:
Eze, tenés que ver el último del Sueñero de Enrique Breccia, que salió en la Fierro que publica pagina 12. ¡Aparece Videla dando consejos sabios! Una terrible apología facista.
Juan, que haces?
Voy a tratar de conseguirlo...no me extraña, siempre fue un nacionalista de derecha. Estoy transcribiendo una nota suya polémica pero interesante, cuanto antes la tenga la subo.
Muy atinado tu análisis. Me permití citarlo en un post mío.
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